miércoles, 29 de febrero de 2012

¿Y sin embargo qué?


La luz del sol comenzaba a asomarse entre las cortinas de color rojo. Intenté estirarme cuando recordé que él estaba allí abrazándome como si tuviese miedo de que me fuese sin avisar. Le besé en la frente y me solté de la prisión de sus brazos.
Me levanté y me puse su sudadera roja, salí de puntillas intentando no hacer ruido, puse la cafetera funcionando y salí al balcón. Me encantaba escuchar las sirenas de los pesqueros, los gritos de los niños que entraban al colegio y el reloj del ayuntamiento. Suspiré y sonreí, como hacía todas las mañanas desde que él había aparecido.
Volví a la cocina, el café ya estaba hecho. Me serví un buen vaso con leche condensada y me senté frente al ordenador. Sonaba Nuvole bianche y las palabras fluyeron de nuevo, nunca se habían ido, se habían escondido solamente, estaban vigilando que yo encontrase el camino. “Buenos días”, esas fueron las primeras palabras que escribí para él.
Me terminé el café y salí pitando hacia la ducha, él seguía dormido. Me encantaba dejar caer el chorro del agua caliente por mi cara, sintiendo como rozaba mis labios y como cada parte de mi silueta se dibujaba otra vez bajo gotitas minúsculas. Disfrutaba de la ducha pero, poco a poco, bajaba la temperatura del agua hasta que estuviese totalmente fría, daba tres saltos y me enjuagaba el pelo con rapidez. Me enroscaba en una enorme toalla e iba prácticamente corriendo al dormitorio.
Y allí estaba él, durmiendo sin saber que pasaba o no por mi mente; sin tener ni idea de mis verdaderos sentimientos. Retire las sábanas con cuidado, solté la toalla y me abalancé sobre él, desnuda y totalmente mojada. Se dio la vuelta y me beso en los labios. No hay un beso más dulce que el que te dan cuando tienes los labios helados y mojados. Sonreí y le besé otra vez.
Empezaba a vestirme cuando me dijo, mirando mi tatuaje, nadie te ha preguntado "¿y sin embargo qué?" Había una cosa que me encantaría contestar y, pese a que ahí ya estaba enamorada de él, no supe que debería decir. Podría haber dicho “y sin embargo cuando duermo sin ti, contigo sueño” o “y sin embargo te quiero” pero…
Me abalancé sobre él y le bese en la nariz. Y le dije “buenos días”.


lunes, 27 de febrero de 2012

Quizás


Y no estaba allí, no podía coger el coche e ir a ver las estrellas como hacía antaño.

Me sentía sola, como un niño pequeño sin la luz del pasillo encendida para dormir. Él nunca prometió matar monstruos por mí. Tampoco dijo que se marcharía sin avisar.

No estaba allí, para hacer rebotar las piedras en el reflejo de la luna.

Estaba más enojada que triste, no dolía el alma tanto como el orgullo. Él nunca prometió agarrarme si iba a caerme. Tampoco dijo que aquel sería un último beso.

No estaba allí recostada en la arena dejando volar la imaginación.

Se había marchado la inspiración y las palabras tan solo fluían si eran forzadas. Él nunca prometió callarme con un beso. Tampoco dijo que no era una canción de amor.

No estaba allí secándome las lágrimas con la manga de la chaqueta.

No fumaba por esperar sino por no desesperar. Él nunca prometió dejarse llevar. Tampoco dijo que me sacaría a bailar.

No estaba allí escuchando a los grillos cantar.

Trataba de entender sin  escuchar, sin dialogar. Él nunca prometió volver a llamar. Tampoco dijo que sostendría mi mano si empezaba a temblar.

No estaba, simplemente, me había ido yo, quizás él.
Puede que nunca hubiésemos llegado.
Puede que no quisiésemos encontrarnos.
Puede que él no fuese él y que yo nunca quisiese dejar de ser yo.
No hay explicación.

lunes, 20 de febrero de 2012

Me


Me gusta apoyarme en el alféizar de la ventana y ver como la noche ilusiona y hace mágica a la ciudad. Me gusta pensar en las parejas que se estarán besando en ese mismo instante. Me gusta pensar en la gente que chasquea los dedos al ritmo de la música. Me gusta pensar en el número de lágrimas que se derramarán por amor. Me gusta pensar en los semáforos que hacen correr a un peatón bajo un pitido intermitente. Me gusta pensar en los gatos que ronronearán acurrucados en una esquina del sofá.
Me gusta verte así, a mi lado, en silencio pero siempre sonriendo. Me gusta imaginar un día en el que besarnos no sea más que una nota aislada en un concierto. Me gusta imaginar lo apresurada que se siente la luna en las noches de verano. Me gusta gritar en el balcón bajo la mirada indiscreta de algún globo perdido por el despiste de un niño. Me gusta recorrer tu espalda con el dedo índice mientras duermes.
Me asusta perder la imaginación bajo las sábanas y no encontrarte en sueños. Me asusta caminar sola de noche por la ciudad. Me asusta quedarme sin agua caliente en las frías noches de invierno. Me asusta que los niños no tengan un jardín donde jugar. Me asusta que los gatos dejen de caminar por los tejados.
Me asusta que la luna deje de brillar rodeada de sus amigas las estrellas. Me asusta no encontrar tu mano sobre mi vientre al despertar. Me asusta encender la radio y que no suene una guitarra. Me asusta esperarte por siempre y que nunca llegues. Me asusta que los cuentos de hadas sean solo ciencia ficción. Me asusta perder las palabras para explicar todo cuanto siento.
Me hacen sonreír los niños que miran a los pájaros, que miran a los insectos. Me hacen sonreír tus retos a duelos. Me hacen sonreír las películas de miedo. Me hacen sonreír los reencuentros en aeropuertos. Me hacen sonreír las estrellas fugaces que caen en las noches de luna nueva. Me hacen sonreír los silbidos que tararean canciones sin dueño. Me hace sonreír  la gente que salta olas en la playa.
Me hacen sonreír tus besos en el cuello. Me hacen sonreír las canciones de amor en las que Julieta prefiere ser Romeo. Me hace sonreír la gente que camina con el cuello encogido bajo la lluvia. Me hacen sonreír las lágrimas de los que se dicen “te quiero”. Me hace sonreír tu nariz arrugada antes de darte un beso. Me hacen sonreír las máquinas que hacen pompas de jabón.
“Me gusta que te asuste hacerme sonreír”.

martes, 14 de febrero de 2012

San Valentín


Otro año más, San Valentín se deja caer en el mundo de los mortales. Pareció olvidarse del verdadero sentido de amar, otra vez.
No he visto a nadie en todo el día besarse con ternura, tampoco había abuelos paseando agarrados de la mano; nadie salió para otra cosa que no fuese comprar flores rojas, globos, perfumes, joyas…
¿San Valentín no debería ser todos los días? En el buen sentido de la fecha, sin regalos y sin flores.  ¿No deberíamos  celebrar todos los días el brillo de los ojos que se nos pone al ver a la persona a la que amamos?
Si amas de verdad, todos los días sonríes por la mañana al girarte en la cama y verle durmiendo; cuando le escuchas cantar bajo la ducha, cuando te despides al bajar del coche, cuando te sujeta la mano o; simplemente, cuando sonríe.
No es necesario un globo con forma de corazón para sentirte igual que un niño que se enamora en el primer recreo; basta con bailar salsa en una discoteca y que te pise más veces de las que recomiendan los especialistas.
A mí, personalmente, puede gustarme más que me miren con una sonrisa de oreja a oreja, mientras apartan el pelo de mi cara con una caricia y me besan suavemente que un ramo de rosas rojas.
El olor a gel de ducha, cuando llega a la habitación secándose el pelo con una toalla y me da los buenos días, puede ser mucho más sensual que cualquier perfume de Chanel.
Me despido hoy, día catorce de febrero, de la misma forma que lo hice el día treinta de enero: “Que sueñes con cosas bonitas”. Al fin y al cabo, el amor se usa todos los días sin condiciones, sin ataduras. Enamorarse es, todos los días, la opción más arriesgada pero, sin duda alguna, la mejor opción.


sábado, 11 de febrero de 2012

Bipolaridad


No puedo sentirme de otra manera. Se supone que no debería estar confusa; pero, cuando él no me abraza durante la noche, no puedo parar de pensar que no soy más que la oveja del cuento, destinada a ser comida por el lobo de un momento a otro.
Intento dejarme llevar pero cada instante que se me escapa de las manos y ocurre por azar o destino, no sé cómo podría llamársele, hace que me sienta insegura, que crea que voy a caer en el abismo.
El ojo del huracán puede atraparme de nuevo y yo inconsciente de mi no hago otra cosa que correr hacia él. El miedo es quien me arropa todas las noches y quien se marcha sin decir adiós por la mañana, incluso se atreve a no cerrar la puerta del dormitorio.
Me atormento cuando estoy sin él, ¡qué demonios!,  ¿cómo es posible echarle tanto de menos?
La ansiedad me atrapa, me hace llorar, suenan notas agudas y me siento sola. Supongo que no es del todo fácil abrir el corazón al amor. Más aún para mí que nunca creí en él como tal.
El amor, ese sentimiento que todos dicen haber sentido alguna vez, no es más que una idealización irracional hacia otra persona. O por lo menos así lo creo.
¿Qué rayos me pasa? ¿Qué me hace continuar con esta locura? Puede que a veces me sienta demasiado bien haciendo cábalas. Otras, en cambio, me gustaría poder chasquear los dedos y que mi mente dejase de pensar por un momento.
¿Cómo es posible que me haya levantado de madrugada sólo para escribir a alguien que nunca va a leerme?
Es todo tan complicado, mi cabeza más aún. Por la mañana soy feliz y por la noche me echo a llorar sin causa alguna. No quiero caer en el error de enamorarme porque tampoco me gusta equivocarme.
Ojalá estuviese aquí para besarle de nuevo y que el temor se fuese, esta vez por la puerta de atrás y de un portazo. Ojalá desde la ventana pudiese ver como las olas del mar rompen en la playa.  
Ojalá hubiese puesto un pestillo a la puerta para que el miedo no pudiese entrar a dormir cada noche conmigo.
Ojalá el hecho de enamorarme de él no me hiciese sentir pánico. Ojalá supiese dejarme llevar.
Ojalá que en asuntos de amor no fuese bipolar. Ojalá pudiese gritar.


domingo, 5 de febrero de 2012

Buenos días


Nunca el azar se atrevía a entrar en mi vida.
Esta vez había sido diferente, no lo había buscado, había aparecido por sorpresa, sin avisar, sin preguntar si podía entrar. Cuando me quise dar cuenta sonreía y le daba los buenos días, con una sonrisa de oreja a oreja.
Nunca me había sentido de esa manera, de esa forma tan extraña.
Me había reído tanto, bailado y sin querer quererlo, también, me atreví a coquetear. No podía controlarme, me sentía libre, me sentía yo. Dude en besarle un par de veces. Al final nos besamos y explotaron burbujas por toda la ciudad.
Nunca había dado rienda suelta a mis instintos, sin pensarlo antes bien, claro está.
Me atreví a bailar para él. Juntos hicimos oscilar las sábanas como si de las olas de un mar revuelto se tratase. Sonreía mientras escuchaba su respiración acompasada en mi oído. Me dejaba llevar.
Nunca había dejado volar mi imaginación más allá de donde me encontraba.
Tuve la osadía de recorrer la ciudad volando, agarrada de su mano. Veía a la gente pasear despacio, como si no fuesen a ninguna parte. Las luces de los coches se unían unas con otras, formando un circuito de brillantes colores, quilométrico. Y ahí estábamos nosotros, en un abismo, un universo paralelo; donde los coches estaban parados, el tic-tac de los relojes había desaparecido y las personas estaban inmóviles. Habíamos conseguido hipnotizar a una ciudad y el cielo giraba a nuestro alrededor sin que nadie pudiese verlo.
Nunca antes lo había visto con esos ojos, puede que nunca lo contemplase con atención.
Tenía una sonrisa limpia, unas manos delicadas y una voz agradable. Sonaba una canción de fondo cada vez que hablaba. Y cada vez que yo tendía la mano, él, la sujetaba con firmeza y me invitaba a volar otra vez.
Nunca antes le había dicho buenos días a alguien de esa forma.