Divagaciones.
Eran las cuatro y media de la madrugada y no podía dejar de
pensar en él. Yo sabía que me había olvidado, que había rehecho su vida y
además con una buena chica, nada que ver conmigo.
Ya habían pasado muchos años desde la última vez que le
había visto pero para mí las cosas no habían cambiado mucho. Seguía siendo la
misma que un día viendo constelaciones se había enamorado de su mejor amigo.
Aquella noche de verano sentí mariposas por primera vez en
mi estómago y supe que él sería el único hombre en mi vida por mucho tiempo; una
estrella fugaz decidió suicidarse y yo, muy decidida, decidí tirarme al abismo
de la tercera dimensión besándole con ansias y cayendo rendida en un amor de
verano de esos que nunca terminan de apagarse.
Hoy me sorprendí a mi misma mientras estudiaba, vino una
fecha a mi mente y en lo primero que pensé, él. La fecha no se si tendrá
importancia o no, quedan seis años, cinco meses y veintiséis días.
Entonces no sé qué pasará, no sé si la llama se habrá
apagado o seguirá ardiendo medio aletargada; puede, incluso, que los fantasmas
del pasado vuelvan a verse la cara o que, simplemente, dejen de ser fantasmas.
Me gustaría reencontrarme con él, con Joaquín Sabina, con
carcajadas en un coche pequeño con los cristales empañados, con los besos bajo
el agua, con las cosquillas en la espalda, con los buenos días princesa y también con el que sueñes con cosas bonitas.
Desde que no le veo, no hay hombres en mi vida que no se
vayan cada vez que cambio las sábanas. Ninguno consiguió besarme, mirarme o
hablarme como él lo hacía. Y ya sé que las comparaciones son odiosas pero en
cuanto ninguno sonría como si todo fuese un juego de niños, mi vida sólo tendrá
una canción como banda sonora, podéis escoger la que queráis de Joaquín Sabina
todas han tenido su momento y ninguno es menos importante que otro.
Veintiuno de Junio de 2016.
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